Segundo Domingo de Adviento
En el desierto, el Señor tu Dios te llevaba como un padre lleva a su hijo
(Grand Canyon, Arizona)
En el desierto de la vida también es posible experimentar la cercanía y el amor paterno de Dios que camina junto a nosotros. Esta es una de las vivencias más fascinantes del hombre de fe. Precisamente cuando se ve inmerso en el desierto de la soledad y del dolor y cuando descubre vivamente su impotencia y su debilidad, experimenta que Dios lo lleva “como un padre a su hijo”. Por eso san Pablo exclamaba: “cuando soy débil, entonces soy fuerte” (1 Cor 12,10).
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